Estaba yo el otro día espachurrungado en mi sofá, cuando de repente aparece mi pareja con escoba en mano y me dice…
Cariño, ¿por qué no limpias tú la parte de arriba de los cristales de la terraza, que yo no llego bien?
Lo primero que pensé fue…
¿Y para qué tenemos escaleras, sillas, y otros cacharros en los que te puedes subir para ser más alto?
Pero fue un absurdo pensamiento fugaz, que se fue con la misma velocidad con la que llegó.
Que tampoco soy un degenerado y se puede caer 😉
Seguidamente, tuve uno más racional, aunque después descubrí que era más acorde con mi escasa inteligencia.
«Si lleva la escoba en la mano es que va a limpiar. Pero solo me está pidiendo que la ayude a limpiar los cristales por arriba.
Seguramente es que quiere hacerme el regalo de limpiar ella para que yo pueda seguir to tirao en el sofá».
Así que me levanté casi de un brinco, cogí los bártulos y me puse a limpiar los cristales por arriba.
Mientras los limpiaba pensé: ya que estoy, acabo de limpiarlos, que no me cuesta nada, y hago las cosas bien hechas.
Cuando acabo con los ventanales grandes pensé.
Venga, puesto que estoy con el trapo y el flush flush este, limpiaré también el resto de las ventanas, que es un plis plas.
Y eso hice.
Cuando ya estaba acabando, oigo un dulce «cielitooo».
Cielito es como nos llamamos cariñosamente.
Churri no, que es cutre.
Nos llamamos cielito porque es más celestial.
Voy y me dice: ayúdame a mover el mueble para limpiar por detrás.
Y le moví el mueble.
Pero en vez de ponerse a barrer veo que se pone a limpiar el polvo por delante.
Y como la escoba estaba ahí, apoyada estratégicamente contra la pared, decido cogerla y barrer yo para así recolocar el mueble e irme a continuar calentando el sofá.
Cuando acabo y vuelvo a colocar el mueble, me dice que por qué no termino de barrer la habitación, que es un instante, y así ella va preparando la fregona.
Como yo ya había cogido la escoba, es como si ya fuera mía y me correspondía a mí.
Así que lo hice sin problema.
Y ya puesto, como se me daba bien, pues continué con el resto de habitaciones.
Cuando acabo, veo el cubo de la fregona en la puerta de la última habitación que estaba barriendo.
No sé cómo apareció ahí, porque cuando entré no estaba.
Pero ahí estaba entorpeciendo mi salida.
Y como mi chica no andaba cerca, pues me puse a fregar.
Yo no sé lo que has aprendido de esta historia, pero la conclusión a la que yo llego, es que mi cielito es más lista que los ratones coloraos.
O eso, o se conoce al dedillo la técnica del pie en la puerta.
Porque a mí me pidió que limpiara solo la parte de arriba de los ventanales grandes, pero acabé limpiando todos los de la casa, moviendo un mueble, barriendo y fregando todas las habitaciones, y bajando la basura.
Toma ya!!
Verás.
La técnica del pie en la puerta consiste en pedir a alguien que haga algo muy pequeño y que apenas requiere esfuerzo o inversión, pero relacionado con algo más grande que quieres que hagan o inviertan.
En este caso, mi chica quería que la ayudara a limpiar la casa entera.
Pero en lugar de pedirme eso, que seguramente recibiría refunfuños, esperas y todo tipo de excusas para no hacerlo, o retrasarlo, optó por pedirme una cosa muy pequeña, que requería de poco tiempo, y apelando a que la ayudaba con algo que para ella suponía un esfuerzo mayor.
Después me fue poniendo las miguitas de pan para que de mí mismo ya saliera todo lo demás: mover el mueble, la escoba apoyada en la pared, el cubo de la fregona en la puerta de la habitación, etc.
Si lo piensas un poco, seguro que encuentras algún caso en el que sibilinamente te han llevado a comprar algo que en principio ni te planteabas.
Empiezan con algo muy pequeño, que apenas requiere de coste o esfuerzo y que además te hace sentir bien el hacerlo.
Y acaban vendiéndote lo grande. Lo que ellos querían desde el principio.
Y encima tú te quedas contento.
Ahora lo que tienes que pensar es en cómo usar esta técnica en tu empresa para que los clientes te compren más.
O para hacer que tus empleados den más de lo que te dan.
Disfruta del día!
Rafa Valero
PD – Mi chica es toda una estratega.
PD2 – Hay tantas técnicas de venta y persuasión, que si las usáramos todas podríamos aplicar una por día.
PD3 – Si quieres que analicemos juntos qué técnicas se adaptan mejor a tu caso para vender más o que tus empleados sean más productivos, es aquí.