Seguro que alguna vez, o muchas, te has quejado del poco tiempo que tienes.
Pero si de algo deberías preocuparte de verdad, es de lo limitada que es tu atención.
Porque si bien todos tenemos las mismas 24 horas al día, lo cierto es que no consigues tener atención plena todas las horas.
Al menos no, en lo que más te interesa o quieres.
Pues entre correos electrónicos, notificaciones, llamadas, interrupciones de tus empleados, clientes o proveedores, redes sociales y otro montón de cosas que te incitan constantemente a prestarles atención, el tiempo se te diluye hasta el punto de pensar que te falta.
Y esto da la razón al economista Herbert Simon cuando dijo aquello de: “A mayor abundancia de información, mayor pobreza de atención”.
El problema es que tendemos a ceder nuestra atención libremente a todo aquello que lo solicita.
Y eso es lo que diferencia a los que consiguen más, de los que solo creen que quieren conseguir más.
Y digo creen, porque si de verdad quisieran no tendrían este problema.
Ahora bien, ¿cómo se detiene ese ciclo?
Pues para empezar, dando un paso atrás y creando una especie de filtro o amortiguador entre tú y la tormenta de información o interrupciones que te reclaman a cada momento.
Pregúntate qué es lo que realmente quieres dejar entrar.
O sea, a qué le quieres permitir que distraiga tu atención.
Y una vez que lo tienes claro, toma medidas para bloquearlas o limitarlas a través de estrategias de priorización, técnicas de gestión del tiempo y sistemas de automatización.
Porque una cosa está clara, solo cuando consigas controlar la ingesta podrás recuperar tu atención y dirigirla a lo que quieres.
Y aun así, estate seguro de que más de una vez caerás en el caos.
Porque para no ir más lejos, en mi caso, que me sé esto al dedillo, mientras escribía este email me he despistado 2 veces.
¡Disfruta del día!
Rafael Valero
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