Hay un estudio que dice que la persona media pasa unas 2 horas al día en redes sociales.
Y si echas cuentas, 2 horas al día suponen algo más de 600 horas al año.
600 horas = 25 días completos o 75 jornadas laborales.
Y eso es mucho tiempo para perderlo con algo tan absurdo como las redes sociales en lugar de utilizarlo en algo productivo que te ayude a avanzar.
A ver, yo no digo que de vez en cuando uno no se pueda entretener mirando el postureo de otros.
Pero hay que ser inteligente y no convertir lo que podría ser un entretenimiento puntual en una obsesión que te puede costar tu futuro como casi le pasa a mi amigo Jose Luis.
Verás.
Mi amigo Jose Luis es el típico empresario al que las cosas le han ido bien desde el principio.
Nada más empezar su negocio ya fue un éxito, y así ha logrado mantenerlo durante muchos años.
Podríamos creer que es suerte, pero si asumimos que la suerte en los negocios no existe, lo único que nos queda por pensar es que él ha sabido hacer las cosas bien.
Sin embargo, hace unos años cayó en una adicción terrible que por poco le cuesta el negocio y la familia.
Se enganchó a las redes sociales, y en concreto a Instagram.
Empezó poco a poco, como con casi todas las adicciones, pero a medida que pasaba el tiempo cada vez estaba más horas enganchado.
Cada vez que tenía un momento libre cogía el móvil y se ponía a mirar Instagram.
Entre cliente y cliente, cogía el móvil y volvía a repasar Instagram.
Lo miraba tanto que rompía con mucha diferencia la media que te decía antes.
Pero un día, mientras esperaba entrar a una reunión importante con un cliente se puso, como siempre, a mirar Instagram.
Y por gracia o por desgracia se “entretuvo” demasiado y no sólo entró más de media hora tarde a la reunión, sino que encima la presentación que llevaba parecía que la había hecho un novato.
Como era de esperar, mi amigo perdió el cliente.
Y menos mal, porque eso hizo que se diera cuenta de que las redes sociales no sólo no le aportaban nada bueno, sino que hacían todo lo contrario.
Así que decidió que iba a que dejarlas.
El problema es que llevarlas en un aparato (el móvil) que siempre le acompañaba no lo hacía fácil.
Probó a desinstalarlas, pero no funcionó, porque ya sabes lo sencillo que es volver a instalarlas.
Pero la desesperación hizo que un día se le ocurriera una forma de conseguirlo que acabó resultando muy efectiva.
Verás.
Le contó la situación a una administrativa que trabajaba para él y con la que tenía mucha confianza, y llegaron al siguiente acuerdo.
Esta chica cada lunes debía resetear las contraseñas de todas sus redes sociales, y no le daría las nuevas hasta el viernes por la tarde.
De esta manera, al no tener forma de acceder, él podría concentrarse en su trabajo entre semana, y los fines de semana podría disfrutar de eso que tanto le gustaba.
Al principio se le hizo duro, pero a día de hoy incluso hay fines de semana en los que ni se acuerda de ellas.
No cabe duda de que el caso de este amigo mío es un poco extremo, pero a la vez no difiere tanto de la realidad de muchas otras personas.
Y cuando vives como empleado y no tienes ningún sueño que te motive, pues quizá perder 2 horas de tu día no supongan ningún cambio.
Pero cuando eres empresario, o tienes la inquietud de desarrollarte profesionalmente, 2 horas pueden suponer la diferencia entre el éxito y el fracaso.
Disfruta del día!
Rafael Valero
PD – Si tú vives algo parecido pero no tienes a la administrativa de confianza, siempre puedes contar con tu pareja, o con un buen amigo.