¿Eres simpático o empático?
Porque no es lo mismo, aunque mucha gente lo confunda.
Y de cara a la gestión de tu personal y de tus clientes, es importante tener clara la diferencia.
Una te puede hacer quedar bien, y la otra impulsarte muy arriba.
Verás.
Imagínate uno de esos días moviditos.
Uno de esos en los que las tensiones son altas, los plazos se acercan, y los empleados están muy estresados porque están lidiando con desafíos serios.
En este escenario, tu papel como gerente es fundamental si quieres mantener la moral y el rendimiento.
Y aquí es donde entran en juego estos dos conceptos cruciales: empatía y simpatía.
Pero debes hacerlo en la medida oportuna si no quieres que se te desmonte el negocio a las primeras de cambio.
Porque está claro que debes sacar de ti una buena dosis de simpatía y ser amable y dar palmaditas en la espalda de los empleados de vez en cuando.
Sin embargo, no puedes basar tu dirección en esto, porque en muchos casos puede parecer superficial o incluso condescendiente.
Ya que la simpatía es como poner un vendaje rápido en una herida, que puede hacer que alguien se sienta mejor momentáneamente, pero no aborda la raíz del problema.
Y estate seguro de que tus empleados apreciarán los gestos simpáticos, pero también es verdad que seguramente no sentirán que los entiendes.
En cambio, con la empatía das un enfoque mucho más profundo, porque implica que estás dispuesto a escucharles activamente y tomar medidas para ayudarles.
Y les demuestras tu capacidad para ponerte en su lugar, comprender sus preocupaciones y emociones, y ofrecerles apoyo real.
Siendo simpático, los escuches o no, les sonríes y les dices palabras bonitas.
Siendo empático, no solo les escuchas, sino que les muestras comprensión sin juzgar y tomas medidas para abordar sus problemas trabajando junto a ellos para encontrar soluciones efectivas.
Con la simpatía harás que se sientan bien en el momento, pero puede que experimenten una desconexión porque no ven atendidas sus necesidades.
Y eso lleva irremediablemente a que bajen su rendimiento.
Con la empatía, en cambio, fomentas la lealtad y la productividad, porque se sienten valorados y apoyados.
Y eso contribuye a un entorno de trabajo más saludable y eficiente.
La cuestión es que, como te he dicho, tú necesitas de ambas habilidades.
Pero igual que la simpatía la puedes forzar y falsear, con la empatía no pasa y debes desarrollarla.
Porque casi nadie nace con ella.
Así que, entrénala.
Y para ello, una de las cosas que mejor puedes hacer es practicar la escucha activa.
Es decir, que cuando te hablen dejes de hacer lo que estés haciendo y les prestes atención, porque solo si entiendes lo que te dicen podrás ayudarles.
Y si sigues haciendo otras cosas mientras te exponen su situación, puede que sí que les oigas, pero desde luego no les escuchas.
Y si en ese momento no puede ser porque lo que estés haciendo es importante, emplázalos mejor a otro momento, que siempre será mejor eso, que dejar que se vayan con un…”No sé para qué le hablo si no me hace caso”.
Pero no solo les escuches.
Muestra interés real por ellos haciéndoles preguntas abiertas para que desarrollen el contenido
Porque cuanto mejor los entiendas, mejor podrás apoyarles en lo que necesiten.
Y recuerda que cada empleado es único y se enfrentará a desafíos personales y profesionales diferentes.
Así que no generalices.
¡Disfruta del día!
Rafael Valero
PD – La simpatía es una sonrisa en la superficie. La empatía es verdadera conexión.