¿No te has preguntado nunca cómo los soldados o los policías que forman parte de cualquier grupo de operaciones especiales son capaces de aguantar la presión que viven?
Sí, eso de que quizá mañana vayan a morir por salvar a alguien.
Porque aunque es verdad que a algunos se les ha ido un poco la pinza, por regla general están todos sanos psicológicamente hablando.
Es decir, que no son unos lunáticos a los que les encanta el riesgo extremo.
UAH!!
¿Y los futbolistas de élite?
¿Cómo son capaces de aguantar la presión de jugar al más alto nivel, y en un campo ajeno, sabiendo que miles de ojos les están mirando para ver cómo de bien lo hacen?
Ojos que los van a juzgar con base en sus altísimos conocimientos de haber visto muchos partidos.
Con lo que eso impone.
Pues la respuesta no es que entrenan mucho.
Que sí.
La razón es la fortaleza mental que tienen.
Algo con lo que no se nace, y que es necesario entrenar.
Y tú te estarás preguntando…
¿Y qué tienen que ver los futbolistas y los soldados de élite conmigo, si yo solo tengo una pequeñita empresa?
Pues tiene mucho que ver.
Porque aunque probablemente tú no juegues en campos de fútbol de primera, ni tampoco vayas a ir a países raros a salvar gente.
A tu nivel, también sales cada día a un campo de batalla.
Un campo de batalla plagado de competidores que pelean con uñas y dientes por quitarte lo que quieres para ti.
Clientes que se hacen los estrechos para que les rebajes el precio.
Proveedores que no paran de presionarte para que les compres más, aunque no lo necesites.
Y empleados que solo miran por ellos mismos y que esperan que les pagues su nómina aunque sean unos mantas trabajando y les dé igual que tú te hundas.
Me río yo de los soldados de élite y de los futbolistas de primera comparándolos con un pequeño empresario.
¡Qué sabrán esos de presión!
Habría que hacer a todos estos autónomos y ponerlos al frente de un negocio para que supieran lo que es de verdad aguantar la presión del día a día.
Bueno, que me pierdo y después esto se alarga y tú tienes muchas cosas que hacer.
A ver, el hecho de que la gestión de una empresa no esté comprendida popularmente como de alta presión.
La verdad es que sí que lo es.
Al menos si quieres hacer una empresa en la que merezca la pena vivir.
Y tú como empresario has de saber gestionar el complicado día a día sin desfallecer.
Y para eso necesitas desarrollar tu fortaleza mental.
Porque es, entre otras muchas cosas, lo que te ayudará a sobrellevar los inesperados giros que vives, y tomar decisiones acertadas en mucho menos tiempo.
Y por eso necesitas entrenarla.
Para ello, te dejo 3 ejercicios sobre los que deberías trabajar continuamente.
El primero es: Háblate siempre en términos positivos
Tu cerebro no para de hablarte nunca. Es una agonía.
Pero tú tienes que conseguir que lo haga en términos positivos.
Así que cuando un empleado meta la pata, en lugar de pensar «menudo incompetente, esto me va a costar una pasta», dite algo más del estilo, «es un buen empleado, pero hoy no ha tenido un buen día»
O cuando un cliente deje de trabajar con tu empresa, en vez de pensar «somos unos inútiles y me voy a arruinar», piensa, «somos buenos, pero este cliente no ha sabido verlo»
Sé optimista, pero sin rayar en lo absurdo, porque si hay cosas por arreglar, no se van a solucionar sólas porque tú las quieras ver con ojos positivos.
Has de arreglarlas.
El segundo es: Márcate objetivos
De esto se habla hasta el cansancio, pero no por ello se lleva a cabo.
Quizá sea porque no es tan sencillo marcar objetivos y que se cumplan.
Pero ya hablaremos de esto en otra ocasión.
La cuestión es que cuando sabes hacia dónde va tu empresa, y por qué debe llegar allí, tomar decisiones y hacer cosas es mucho más sencillo.
Así que, pregúntate dónde quieres estar, o cómo quieres verte.
Y dite también el porqué.
Porque si ese por qué tiene un gran peso, cumplir los objetivos es mucho más fácil.
Y no hace falta que te marques grandes metas u objetivos si no tienes mucha experiencia.
Empieza por cosas facilitas y a corto plazo.
Algo como, por ejemplo, «esta semana vamos a conseguir 1 cliente nuevo».
O… »esta semana vamos a vender ese producto que no hay forma de vender».
El tercero es: Practica la visualización
Esto da pereza y quizá te haga pensar que estás perdiendo el tiempo.
Pero ser capaz de cerrar los ojos y visualizar tanto el fin como el camino que se ha de recorrer, créeme que tiene un efecto muy potente.
No es fácil, y por eso has de practicarlo.
Si puedes, dedica cada día unos minutos.
Visualiza, por ejemplo, esa reunión de ventas con un cliente. La forma en que lo argumentarás, las objeciones que te pondrá y las respuestas que tú le darás, etc.
Visualiza cómo firma el contrato y cómo entra el dinero en tu cuenta bancaria.
También puedes visualizar cómo despedir a ese empleado que hace tiempo que quieres quitarte de encima, pero que no encuentras el momento o las fuerzas.
Visualiza el lugar de la reunión, cómo se lo dices, qué cara te pone, cómo le entregas la documentación, y cómo firma el finiquito.
Y a medida que vayas controlando la visualización de cosas «pequeñas», ve empezando con las más grandes e importantes, como cuando a final de año mires los resultados y estos hayan cumplido de sobra lo que habías marcado.
Pero un detalle importante en esto es que no fantasees gratuitamente, porque eso te perjudicará más que lo que podría ayudarte.
Sé serio y visualiza realidades.
Disfruta del día!
Rafa Valero
P.D. – Dirigir una empresa es mucho más que abrir las puertas, y una buena idea para mejorarla y que todo funcione bien es contratar los servicios de un experto que te ayude con las partes que menos controlas. Así que aquí te dejo el enlace a mi consultoría por si crees que yo podría ser una buena opción.