Muchos empresarios optan por fiarse de «conocidos» cuando lo que tienen que contratar no lo conocen.
Pero esta es una decisión que puede salir cara.
Verás.
Hace unos años me contrató un empresario porque su web no vendía.
Este hombre tenía un negocio de instalación de sistemas informáticos en su ciudad, y le iba bastante bien.
Le contrataban empresas de renombre y quedaban bastante contentos.
Pero él quería ampliar la zona de actuación y tomó la acertada decisión de meterse en el mundo digital.
Ya sabes, eso de tener una web, redes sociales, y todo lo demás.
Pues bien, al cabo de un año no había captado ni un solo cliente por esos canales.
Y como no encontraba la razón, decidió contratarme.
Cuando me reuní con él la primera vez, me fijé en que vestía bastante bien.
Bueno, vestía de marca.
Su camisa era de marca.
Su pantalón era de marca.
Y sus zapatillas también eran de marca.
Es decir, que en ropa se gastaba una pasta.
Además, conducía un BMW que llevaba impecable.
Sus oficinas eran bonitas, y estaban muy bien decoradas.
Las furgonetas estaban limpias y bien rotuladas.
Y todos los técnicos vestían un uniforme.
Todo esto me hacía entender que era un empresario que valoraba la imagen.
Sin embargo, cuando miré su web…
Madre mía, menudo desastre.
Yo no sé a quién había contratado para diseñarla, pero era un incompetente de los más grandes.
Por no seguir, no seguía ni la imagen corporativa.
A mí la verdad es que se me hacía bastante raro que alguien que se preocupaba tanto por dar buena imagen hubiera pagado por aquello.
Pero cuando le pregunté ya lo entendí, porque lo que me dijo es algo que ya me han respondido otras veces:
“Yo no entiendo de esto, así que contraté a un chico muy majo que conozco y que me cobró barato”
La historia de este empresario lo que demuestra es que no es inteligente fiarte de los conocidos solo porque los conozcas.
Y no es que yo quiera decir que no se pueda contratar a conocidos, ni mucho menos.
Pero sí, a que muchas veces se contratan conocidos cuando lo que se necesita no se domina mínimamente, y entonces te fías de lo que te dicen -si es que los escuchas en algún momento- sin valorar cuán profesionales son.
Está claro que las cosas no van a ser mejores porque te cuesten más caras, pero desde luego puedes estar seguro de que lo barato siempre acaba saliéndote más caro.
En este caso, el empresario tuvo que contratar otra empresa para que arreglara aquel desastre de web.
Y no necesitó coger el presupuesto más caro que le pasaron, sino que después de reunirse con 3 posibles proveedores y que le explicaran el qué, el cómo y el porqué, eligió el que mejor se adaptaba a lo que necesitaba.
Y enseguida empezaron a entrarle contactos a través de la web.
Lo menos importante que perdió mi cliente en este caso no fue el coste de la primera web, que al fin y al cabo fue bastante poco.
Lo que de verdad supuso un coste elevado fue el año que perdió y que los pocos que llegaron a esa web tuvieran un concepto muy equivocado de lo que era esta empresa.
Y eso sí que pudo llegar a salirle caro.
Disfruta del día!
Rafa Valero
PD – Más caro no significa mejor, pero lo barato siempre sale caro