Todos los sábados tengo una tarea que es ineludible.
Voy al supermercado a hacer la compra de la semana.
Y siempre voy al mismo.
No porque tengan el mejor producto (que sí), o porque me quede más cerca de mi casa.
No, no.
Es porque ya me conozco los pasillos y sé dónde está todo.
Tengo la ruta hecha, y siempre sigo la misma.
De hecho, soy tan pardillo, que si entro por una puerta distinta a la que habitualmente uso, me pierdo y con toda seguridad salgo sin haber comprado todo lo que necesito.
Porque a diferencia de lo que hago en mi día a día profesional, en que tengo listas de tareas para saber lo que tengo que hacer, para ir al supermercado confío en mi ruta para que no se me olvide nada.
Por eso, si les da por cambiar algo de pasillo (lo cual hacen de vez en cuando), mi odisea de compra se alarga bastante.
Esto de que cambien las cosas de sitio, la verdad es que me fastidia bastante.
Bueno, me fastidiaba antes.
Porque ahora casi que lo agradezco si no lo hacen cada mes, claro.
Porque gracias a eso encuentro productos que, manteniendo mi ruta habitual por los pasillos, no encontraría.
Y no porque no estén, porque siempre han estado ahí.
Es porque mis ojos ya van directos a donde sé que están las cosas que compro, y no veo nada más.
Para mí, todo lo que está alrededor de lo que suelo comprar son solo cosas borrosas.
Pero como los señores de los equipos de marketing que se encargan de decidir dónde colocar los productos en los supermercados saben mucho, pues de vez en cuando me los cambian.
Y como he de buscar lo que quiero, pues no tengo más remedio que fijarme mejor y diluir lo borroso hasta que lo encuentro.
Así fue como ayer salí del supermercado con una bayeta de microfibras, que cuando la vi pensé que cómo había podido vivir hasta ahora sin ella.
Bayeta, que seguramente ha estado siempre en el mismo sitio, pero que hasta ayer solo era algo borroso.
Bueno, pues estoy seguro de que en tu empresa pasa lo mismo.
Es decir, que tus clientes están tan acostumbrados a que les ofrezcas las mismas cosas, y siempre del mismo modo, que no son capaces de ver las bayetas que siempre habían buscado.
Así que no sería una mala estrategia que «cambiaras de sitio» tus productos o servicios de vez en cuando.
Y si estás pensando que no puedes hacerlo porque tú no tienes un supermercado, o una tienda llena de productos, no te preocupes.
Porque «cambiar las cosas de sitio» no es tan literal, y hay muchas formas de hacerlo.
Entre otras, puedes cambiar el orden en que ofreces los productos o servicios en tu página web.
También podrías rediseñar los flyers o los PDF de presentación que usas.
Quizá bastaría con que informases a tus clientes por email de las ventajas de contratar el servicio X con el que ya están contratando.
O incluso, simplemente cámbiales el nombre y el precio, y así parecerán distintos.
La cuestión es que a los clientes debes mantenerlos vivos y sorprenderlos de vez en cuando.
Porque si no, se te adormecen, y si llega un competidor con una forma distinta de ofrecer lo mismo que tú ofreces, aunque sea exactamente igual y al mismo precio, les encandilan y puede incluso que los pierdas.
Una buena forma de empezar a hacer estos cambios, es contratar una consultoría conmigo, porque en ella podemos trabajar juntos sobre el mejor modo de exponer tus productos o servicios para despertar al cliente y que te compre aquello que quizá ni siquiera sabe que ofreces.
Disfruta del día!
Rafa Valero
P.D. – Contratar expertos siempre es una buena inversión