Cuando nuestra empresa empieza a crecer y comenzamos a contratar empleados, solemos optar por elegir cubrir aquellos puestos que menos dominamos.
Si tenemos perfil más financiero o administrativo, nos decantamos por vendedores.
Y si tenemos perfil comercial, optamos por administrativos.
Y además, normalmente procuramos que sean lo suficientemente expertos como para no tener que preocuparnos de eso.
Algo que tiene toda la lógica del mundo.
Sin embargo, en la mayoría de los casos, cuando llega el momento de contratar trabajadores que sepan hacer lo mismo que nosotros, en lugar de buscar expertos, solemos decantarnos por “ayudantes”.
La excusa que nos ponemos es que ya no podemos solos y necesitamos quien nos eche una mano.
Y para eso nos basta un becario, que además podremos “moldear” a nuestra manera.
Pero la realidad es otra muy distinta.
Y es el ego el que nos empuja a tomar esa decisión.
Porque estamos tan seguros de que nadie va a saber hacerlo tan bien como nosotros, que ni siquiera perdemos el tiempo en intentarlo.
Preferimos agarrarnos a la desacertada afirmación de que “si quiero que se haga bien, tengo que hacerlo yo mismo”.
Pero déjame decirte que esto es un tremendo error.
Porque si bien es cierto que para ser empresario hay que tener un nivel elevado de ego.
También es verdad que solo te ayuda si lo usas en tu favor.
Y mantener la creencia de que eres imprescindible, y que no hay nadie ahí fuera que sea tan bueno como tú, no te ayuda demasiado.
Entre otras cosas, porque no puedes estar en misa y repicando.
Es decir, que no puedes pretender pilotar el avión y atender a la vez a los pasajeros.
O haces una cosa, o haces la otra.
Así que analiza las necesidades de tu empresa y tus competencias, y toma la decisión más acertada de cara al crecimiento de tu empresa.
Porque mientras estés con las manos en la masa, aunque seguramente tus clientes estén muy contentos, tú no lo estarás tanto.
Básicamente, porque te pasarás la vida trabajando, pero no verás crecer el negocio.
¡Disfruta del día!
Rafael Valero
PD – Estate seguro de que si quien debe hacerlo no lo hace bien, es porque no le has enseñado, o no le has explicado correctamente cómo quieres que lo haga.