Cuando era pequeño me contaron en el colegio un cuento que en ese momento no entendí por culpa del contexto, pero que mucho tiempo después me sirvió para ser más productivo.
Y te lo voy a contar a ti, porque aunque estoy seguro de que lo conoces, no está de más recordarlo de vez en cuando, porque enseña una de esas cosas que no deberías olvidar.
Verás.
Resulta que contrataron a 2 leñadores a los iban a retribuir en función del número de árboles que cortaran.
Ambos leñadores eran fuertes, diestros y experimentados, y como necesitaban el dinero se pusieron con ardor a cortar árboles.
Al cabo de un rato, uno de ellos se paró, examinó el filo de su hacha, y aunque aún cortaba más o menos bien, decidió afilarla.
Mientras tanto, su compañero, sin dejar de dar hachazos como un loco, pensaba: «más le valdría esforzarse como hago yo».
Cuando estaba finalizando la jornada, el primer leñador había repetido varias veces la operación de afilar el hacha. Sin embargo, su compañero, obsesionado por cortar cuantos más árboles mejor, «no había tenido tiempo» ni de afilar el hacha, ni de descansar.
Agotado, le dio por mirar el número de árboles que había cortado cada uno y la sorpresa fue mayúscula al comprobar que, aunque él había trabajado muy duramente, había cortado muchos menos árboles; pese a no haberse detenido a afilar su hacha.
Mira.
Este cuento lo puedes aplicar a cualquier cosa, pero donde de verdad muestra un alto poder es con la organización, porque no todos entienden la importancia que tiene hacerlo de manera adecuada.
Porque con respecto al uso del tiempo, la mayoría de las veces actuamos como el segundo leñador y nos centramos demasiado en la actividad sin pararnos a reflexionar sobre el mejor modo de alcanzar nuestros objetivos.
No nos paramos ni a recuperar el aliento, y no nos preocupamos por afilar el hacha.
Y en ocasiones estamos tan cansados que ni siquiera podemos estar seguros de dar los golpes en el sitio más adecuado.
Así que si te ves muy agobiado de trabajo, o incluso si crees que estás empezando a dar palos de ciego, mi consejo es que antes de continuar corriendo sin un destino claro, te pares y reflexiones sobre a dónde quieres ir y qué tienes que hacer para llegar allí.
Que la productividad te acompañe!
Rafael Valero
PD – Cuando a mí me contaron este cuento en el colegio, no lo entendí porque lo contextualizaban con los estudios, y para mí no tenía sentido