A nivel general, el significado que damos a la palabra “trabajo” es el de pasar una serie de horas en un empleo.
Habitualmente 8 horas diarias y de lunes a viernes.
Este concepto, que proviene de la era de Henry Ford, puede que esté muy bien para puestos mecánicos en una fábrica y que no requieran de pensar nada de nada.
Pero hoy en día, que muchos de los trabajos dependen de que quien los ejecuta deba concentrarse, pues ya no tiene tanta lógica.
Porque por mucho que nos empeñemos las personas sólo somos capaces de estar concentrados a tope durante 4 o 5 horas al día.
Y de estas, está demostrado que son apenas 3 las realmente buenas.
Sin embargo, y aún siendo notablemente obvio en muchos casos, los empresarios se empeñan en mantener este sistema de horario “tan antiguo” incluso con empleados a los que no se les adapta.
Fíjate.
Hace un tiempo trabajé con un empresario que se dedica al diseño web y que tiene 12 diseñadores en plantilla.
Y me contrató porque parte de sus empleados no estaban rindiendo como los demás.
Después de analizar la situación y comprobar qué pasaba, le presenté una solución:
Tenía que cambiar el horario de trabajo por uno de libre acceso.
O sea, la propuesta que le hacía es que los diseñadores pudieran elegir la hora a la que empezaban a trabajar.
Y la explicación era la siguiente:
Resulta que parte de los diseñadores, concretamente los que menos rendían, tenían su pico de productividad por la tarde justo después de comer, y eso significaba que al menos 5 de las 8 horas de su jornada las perdían con tareas de mínimo impacto.
Es decir, que se dedicaban a marear el ratón porque no les venía la inspiración, y no era hasta después de comer que ya se ponían a tope.
Esto además tenía un perjuicio añadido, y es que, tenían que parar de trabajar justo en medio de su tope de concentración porque llegaba la hora de salida y todos se iban.
Sin embargo, si se implantaba un horario de libre inicio, los que tenían mayor pico de concentración por la mañana podrían llegar incluso antes de la hora de apertura, y los que la tenían por la tarde podrían empezar después de comer y estar hasta bien entrada la noche si era necesario.
Esta propuesta tenía un coste añadido para el empresario, y es que, o bien debía quedarse él en la oficina hasta que se marchara el último para poder cerrar, o lo que yo le comenté, que era poner un sistema de cerradura que se pudiera abrir con código.
El empresario decidió confiar en la segunda opción porque aunque tuviese coste la prefería a tener que quedarse él en la oficina.
Pues bien, el resultado de estos cambios fue que al cabo de sólo 2 meses de implantación, la productividad había aumentado por encima del 40%.
Y no sólo aumentó entre los empleados que inicialmente no rendían, sino que también lo hizo entre los que el empresario consideraba que estaban a buen rendimiento.
Mira.
Yo no sé si en tu caso puedes implantar medidas de este tipo, y ni siquiera si podría interesarte, pero lo que sí sé es que hacer lo que hacen todos sólo porque es como se ha hecho siempre puede que te esté costando dinero.
Disfruta del día!
Rafael Valero
PD – Ten en cuenta que no sólo por sentarte detrás de tu ordenador va a aparecer el enfoque, y muchas veces es mejor apagarlo y dedicarte a otras cosas, que quedarte mirando la pantalla a ver si se te ilumina la mente.