En una ocasión, me reuní con un alto cargo de una importante empresa española.
Este hombre, que tenía muy buena fama en el sector, era alguien con el que yo hacía mucho tiempo que quería relacionarme.
Y aunque me costó lo mío que me recibiera, al final lo conseguí.
El día en que nos reunimos, y a medida que nos acercábamos el uno al otro, la sensación que me daba era justo la que esperaba.
Al menos basándome en lo que había escuchado de él.
Venía bien vestido, llevaba un buen maletín, y caminaba con seguridad.
Todo apuntaba a que iba a ser una reunión inolvidable.
Y lo fue.
Pero no de manera positiva.
Todo se fue al traste en el momento en que me dio la mano.
No te imaginas la decepción que me llevé.
Yo me esperaba el apretón de manos de alguien seguro de sí mismo y dispuesto a comerse el mundo.
Pero lo que me encontré fue una mano flácida que inspiraba cualquier cosa menos seguridad y confianza.
Algo no cuadraba en aquel apretón tan blando.
No le pegaba a un hombre que en la distancia tenía tan buena pinta.
Y menos teniendo en cuenta el puesto y la empresa que representaba.
Es verdad que con el tiempo demostró ser eficaz y conseguimos trabajar bien y sacar rentabilidad en los negocios, pero aquella primera impresión pudo llevárselo todo al garete.
Bien.
Esto que me pasó a mí, estoy seguro de que te habrá pasado alguna vez.
Que esperes algo, y que tras un apretón de manos te llevaras una sorpresa, para bien o para mal.
Y por eso he decidido que es un buen tema a tratar.
No para que estés preparado y evites sorpresas.
Si no, más bien, por si eres tú el que causa sorpresa, porque tu forma de darla no sea la adecuada.
Mira, después de la mirada, y obviando el atuendo y el aseo personal, el apretón de manos es quizá lo más importante respecto a la primera impresión.
Porque es el primer contacto físico que tenemos con alguien y esa simple sacudida de manos puede establecer la pauta de la relación que mantengáis.
Y, por lo tanto, es una habilidad que deberías desarrollar.
Y aunque podemos extender mucho el tema, lo vamos a centrar en lo más básico y fundamental.
La forma estándar de hacerlo.
Verás, el apretón de manos debes darlo firme, pero no excesivamente fuerte.
No cometas el error del que te he hablado antes, y dejes la mano flácida.
Pero tampoco hagas lo que hacen muchos, especialmente aquellos que quieren demostrar que son superiores, apretando tanto que al otro le moleste.
Porque no se trata de apretar, sino de firmeza.
Y si aprietas en exceso intimidas y pones a la otra persona a la defensiva.
Lo cual puede hacer que quiera evitar volver a dártela, y una forma de evitarlo es no encontrándose más contigo.
O lo que puede ser aún peor, que quiera apretar tanto como tú para demostrarte que él también es fuerte y eso se convierta en una absurda lucha de manos.
Aparte de esto, cuando des el apretón, mira a la persona a los ojos acompañándolo de una sonrisa genuina, y no lo alargues durante demasiado tiempo; un par de segundos es suficiente.
Y cuando acerques la mano hacia la otra persona, evita poner la palma mirando completamente hacia abajo, porque eso implica que tu intención es dominarle.
Algo muy típico en los comerciales que son muy agresivos, o en aquellas personas que creen que están por encima de ti.
Observa cómo te dan la mano las distintas personas con las que lo haces, y verás cómo los que te la dan así actúan como si fueran superiores.
En cambio, es mucho mejor y demuestra que estás abierto a negociación paritaria, posicionar la mano con la palma mirando ligeramente hacia arriba.
Pero solo ligeramente, porque si está completamente girada, lo que demuestras es sumisión.
En fin, espero que estas recomendaciones te sirvan para mejorar esas futuras nuevas primeras impresiones que des y que puedas establecer sólidas relaciones.
Y recuerda que tu apretón de manos no es solo un saludo, sino una oportunidad para conectar de manera positiva.
¡Disfruta del día!
Rafael Valero
PD – El cómo das la mano dice mucho más de ti que lo que dices con palabras