Es probable que buena parte de tu jornada la dediques a gestionar urgencias.
O más coloquialmente… “A apagar fuegos”.
Y si tienes vocación de bombero, pues mira…
Pero si diriges una empresa, dedicar tiempo a gestionar urgencias es cualquier cosa menos productivo.
Sin embargo, el problema de que muchos caigan en este problema es porque ni siquiera saben diferenciar entre urgencia e importancia.
Y como es posible que a ti también te pase, voy a empezar dejándote las definiciones.
Porque no hay forma de solucionar un problema si no se sabe que se tiene.
Verás, algo urgente es cualquier circunstancia que, directa o indirectamente, tiene una fecha tope para su ejecución, y que por la razón que sea no la has previsto.
Y será más o menos urgente según lo cerca que esté esa fecha tope, y el tiempo y el esfuerzo que requieras para solucionarla.
Y algo importante es aquello que te lleva directamente hacia donde tú quieres ir, y su nivel de importancia se determinará en base a los beneficios que te aporte una vez que lo hayas logrado.
La cuestión es que sé que solo con conocer la diferencia seguramente no es suficiente para que las evites, por eso te voy a exponer un ejemplo muy simple que seguro que te lo aclara.
Imagina que hoy te llega una factura de electricidad cuyo vencimiento es a 15 días vista.
Esa factura hoy es algo importante que puedes solucionar sin prisas.
Pero como vas agobiado por el montón de trabajo que tienes, en lugar de gestionarla en ese momento, decides colocarla en el montón de facturas a pagar, o en algún otro montón de papeles similar.
Y sigues a lo tuyo.
Ni siquiera te pones un recordatorio para hacerlo en los próximos días porque crees que te vas a acordar.
¡Cómo te vas a olvidar si es algo importante!
Pero pasan los días y tú has estado liado con otro montón de cosas “urgentes” que has tenido que solucionar.
Y cuando te pones a revisar el montón de facturas a pagar descubres que la factura venció ayer.
Ahora esto ya no solo es importante. Ahora es importante y urgente.
Muy urgente.
Así que tienes que parar el mundo e irte al banco corriendo porque ni siquiera puedes pagarla telemáticamente.
O sea, que algo que podrías haber hecho en 5 minutos y con tranquilidad, se convierte en 1 o 2 horas y con una generación de estrés mayúscula.
Otro ejemplo también podría ser que se te vaya un empleado.
Que sabes que debes prestarle atención y cuidarlo porque te ha ido dejando señales de “incomodidad”, pero lo vas dejando y dejando hasta que llegas un día y te encuentras la carta de dimisión sobre tu mesa.
Y entonces ya todo son prisas para buscar sustituto, con el consiguiente esfuerzo económico y, sobre todo, de tu tiempo.
Un tiempo que no deberías utilizar para eso.
Al final, lo que te demuestra esto es que si vives en la urgencia es resultado directo de no haber elegido la opción más importante en el momento preciso.
Y no te lo puedes permitir.
Y sé por experiencia que no siempre es fácil determinar qué es lo verdaderamente importante de entre todas las circunstancias que se te presentan, y que por culpa de eso puedes tomar decisiones equivocadas o incluso no decidir.
Por eso siempre es preferible que te pares unos minutos a pensar y planificar cada cosa, porque así evitarás tener que vivir corriendo y estresado.
¡Disfruta del día!
Rafael Valero
PD – Ya sé que ahora se pagan las facturas domiciliadas, pero así era más fácil de explicar.
PD 2 – Si ya estás en la rueda de hámster de las urgencias, sé que es difícil salir, pero poderse se puede y yo te puedo ayudar.