Seguro que más de una vez se te ha pasado por la cabeza que ser empresario es demasiado duro, y que vivías mucho más tranquilo cuando eras un simple empleado.
Y sí, es verdad que cuando te conviertes en empresario obtienes casi de manera automática un pase VIP para la montaña rusa de la vida.
Pero también es cierto que no hay nada más motivante que tener en tus manos el poder de cambiar a mejor la vida de otras personas: clientes, empleados y, por supuesto, tu familia.
Y entiendo que puedas sentir la nostalgia de la fácil vida de los empleados.
Pero si lo piensas, ¿Qué hay mejor que el glamour de tener tu propio negocio?
Olvídate de esos viejos sueños de infancia de ser astronauta o superhéroe.
¿Quién necesita una capa cuando tienes una tarjeta de presentación con tu nombre seguido de «CEO», director general, o lo que sea que quieras poner?
¿Y qué me dices de tu oficina?
Antes, igual tenías un pequeño escritorio en el que apilabas papeles.
Ahora, tienes un reino que, puede que sea más o menos pequeño, pero desde el que, seguramente, tienes unas vistas impresionantes.
O quizá no tan impresionantes, pero al menos seguro que no estás mirando a la máquina de café.
Además, en ese escritorio sagrado es donde se toman algunas de las decisiones más importantes, como por ejemplo, de qué sabor serán las galletas para la próxima reunión.
Pero no nos quedemos solo en lo simple y lo material, porque una de las mejores cosas de ser empresario es que eres como un chef creativo de tu propio menú de vida.
Tienes el poder de decidir qué ingredientes agregar a tu día, cómo mezclarlos y, lo más importante, cómo presentar el plato final.
¡Y no hay límites para las combinaciones del menú empresarial!
Puedes mezclar innovación con un toque de riesgo, sazonar con resiliencia y agregar una pizca de ambición.
¡Buen provecho!
También puedes verlo como si tuvieras tu propia banda de rock, en la que tu trabajo es coordinar a todos los miembros para que la melodía suene perfecta.
A veces hay solos de guitarra (tus logros más brillantes), y otras veces, puede que tengas que lidiar con algunos malos acordes (los errores de principiante).
Pero al final, eres el director de la orquesta y la sinfonía es completamente tuya.
Y no olvidemos el placer de ver crecer tu idea desde un garabato en una servilleta hasta un negocio exitoso.
Es como criar a un hijo, pero sin tener que lidiar con pañales sucios.
Ver tu visión convertirse en realidad es tan gratificante que te hace querer gritar desde la cima de la montaña: ¡Soy el rey del mundo!
Al final, ser empresario es pasar de ser un mero espectador, a ser el director y el protagonista de la película.
Una película llena de momentos de drama, de comedia, y muchas veces también de algo de terror.
Pero que al final es tu película y tú tienes el poder de decidir el final.
Así que disfruta.
¡Que pases un buen día!
Rafael Valero
PD – Guárdate este email y cada vez que te dé un bajonazo, léetelo.
PD2 – Si ni con esto te basta, mira aquí