A mí no me gustan los bullicios.
Me agobia mucho eso de avanzar a base de ir esquivando gente.
Pero ayer me sentía valiente, y fui a un mercadillo.
Evidentemente, no es el primero que visito.
Y tampoco será el último.
Porque, ¿quién diría que en medio de todo ese caos organizado de puestos y mercancías, un empresario podría aprender valiosas lecciones?
Pues es así.
Entre otras cosas, aprendes de:
Ubicación
Un mercadillo es un laboratorio perfecto para entender la importancia de la ubicación.
¿Dónde colocas el puesto? ¿Cerca de la entrada para captar a los clientes ansiosos o al final para atrapar a los rezagados?
Saber elegir la ubicación puede marcar la diferencia entre tener un buen día, o dedicarte a ver pasar gente.
Diversificación de productos
Un mercadillo es el paraíso de la variedad, desde chucherías hasta antigüedades, y saber elegir cómo diversificar tu oferta puede ser la clave para captar diferentes segmentos de clientes y mantener tu negocio fresco y emocionante.
Algunos piensan que tener mucho tipo de producto le da pie a llegar a muchos más clientes.
Pero según cómo lo plantees, esto puede ser un error estratégico de los grandes.
Negociación
En el mercadillo, la habilidad de negociar el precio es crucial, y ahí la magia del regateo cobra especial importancia.
Es sorprendente ver a algunos de estos comerciantes en acción.
Y aunque en el mundo empresarial no siempre regateamos como en un bazar, saber negociar contratos, acuerdos y precios puede marcar la diferencia entre un buen negocio y uno espectacular.
Competencia
La competencia es feroz en todos los ámbitos, pero en un mercadillo, con puestos a un lado, al otro, y en frente, saber gestionarla es fundamental.
Si quieres vender, no te queda otra que aprender a diferenciarte y a comunicar el valor único para destacar, porque si no, te pasas el día viendo cómo los demás venden mientras tú estás mirando las nubes pasar.
Paciencia
En un mercadillo, no todo ocurre al instante, sin embargo, no ves a ningún comerciante nervioso porque la gente no deja de pasar por delante de su puesto sin pararse siquiera a mirar.
Estos empresarios entienden que hay que esperar a que llegue el cliente adecuado, y que los resultados a menudo requieren de tiempo y paciencia.
Adaptabilidad
Por último, la adaptabilidad es clave. Si el mercadillo enseña algo, es a adaptarse rápidamente a las circunstancias: cambios en el clima, tendencias de compra impredecibles, etc.
Aprender a ser flexible puede ser una habilidad muy valiosa.
En resumen, el mercadillo, ese bullicioso campo de batalla comercial, es un aula extraordinaria para cualquier empresario con ojo para las estrategias astutas.
Así que, ve al mercadillo y aprende todas esas lecciones que están a la vista de cualquiera que quiera observarlas, y utilízalas para mejorar tu negocio.
¡Que pases un buen día!
Rafael Valero
PD – Solo aprendes si pones ojos de aprender. En un mercadillo, y también en la vida misma.