Es probable que en algún momento te hayas encontrado diciendo «sí» cuando, en realidad, querías decir «no».
Tal vez fue una petición de un cliente, de un colega o de un amigo.
Y quizá lo dijeras porque te sintieras en la obligación de hacerlo, aunque tu agenda mostrara lo inadecuado de la decisión.
Ahora bien, no es lo mismo decir que “sí” cuando te puedes permitir decir que “no”, que hacerlo cuando no tienes más remedio.
Como por ejemplo, cuando quien te lo pide tiene poder sobre ti.
Te expongo un caso que me pasó.
Verás, hace unos años, yo pasaba por una etapa de muchísimo trabajo con una de mis empresas.
Pues bien, en medio de todo aquel lío que vivía, a uno de mis clientes más importantes le dio por solicitarme un trabajo urgente.
Yo sabía que para cumplirlo iba a tener que retrasar otras cosas.
Pero el cliente era demasiado importante y a mí me daba “miedo” que se tomara a mal mi negativa y que se fuera a la competencia.
Bien.
Para solucionarlo opté por pedirle ayuda a uno de mis empleados más productivos.
Uno de esos que merecen una medalla por lo efectivos y cumplidores que son.
Así que le llamo a mi despacho y le digo que tiene que echarme una mano con aquel tema urgente.
Y él, en contra de lo que yo me esperaba, me responde: “Rafa, yo hago lo que tú me digas, porque eres el que paga, pero déjame que te muestre algo”.
Abrió su agenda y me enseñó todo lo que ya tenía en marcha, junto con los criterios de ejecución y los vencimientos que yo mismo le había marcado tiempo atrás.
“Lo que me pides ahora me va a llevar varios días, y puedo hacerlo, pero necesito que me digas cuál de estos proyectos prefieres que demore”.
Ese empleado me demostró que se puede decir “no” con elegancia.
Y que si quien te solicita la ayuda es coherente, lo aceptará de buen grado.
En mi caso, yo no quise asumir la responsabilidad de que uno de mis empleados más productivos dejara de serlo solo porque yo no había sabido serlo.
Así que me busqué un par de administrativos para que me ayudaran, y al final, con mucho esfuerzo, conseguí cumplir con mi cliente, aunque me costó quedar mal con otro.
Pero, ¿qué hubiera pasado si mi empleado estrella no hubiera dicho que no?
Pues que seguramente habría creado un problema muchísimo más grande y que probablemente me habrían costado mucho dinero.
A donde quiero llegar con esto, es que no solo es importante que tú sepas decir que no cuando alguien te pide algo.
Si no que, también, has de ser lo suficientemente realista como para saber que cuando eres tú el que pides algo a un subordinado, puede que te digan que sí, porque se sienten en la obligación.
Y si es así, después no puedes exigir la responsabilidad de haber retrasado otras cosas.
Sí puedes recriminarles su falta de productividad por no haber sabido decir que no.
Pero no por haber seguido tus órdenes.
Así que, a partir de ahora, cuando tengas que delegar algo porque no has sabido decir que “no”, al menos pregúntales a quien se lo vayas a delegar si realmente podrán con ello.
¡Disfruta del día!
Rafael Valero
PD – Cada vez que dices sí a algo, estás diciendo que no a otras cosas.